Mujeres rurales, ellas que hasta pueden frenar el viento

Pueden frenar el viento, distinguir el aroma de las más finas esencias de la flor, detener la tormenta que se quiere llevar lo sembrado, sonreírle al sol de primavera, enterrar sus manos en la tierra para lograr la cosecha, disfrutar en armonía del canto del pájaro en el alba de verano, sostener con firmeza sus convicciones e ideales, celebrar en silencio el beso de un hijo antes de irse a la escuela, soplar fuerte para disipar la nube que traerá lluvia si no se necesita… Son sueños y proyectos, son un gran abrazo que acaricia el alma, son llamitas siempre encendida y fuego intenso… son mujeres rurales. Dejamos algunos testimonios como homenaje a todas.

Sandra Cruz es integrante del Movimiento de Trabajares Excluidos (MTE), cuenta su vida cotidiana en el campo de La Plata: “Tengo 41 años, seis hijos trabajo en el área de agroecología en las quintas. Acá en el campo mis días se inician a las 5 de la mañana cada día del año. Es arrancar con la casa primero y luego ir a trabajar a la quinta hasta el mediodía. Ahí paro para ir a la casa a cocinar. Luego a la tarde a las 16 vuelvo a ir a la quinta hasta las 20.30. Esto es en el verano. Ya en épocas de clases se suma a la tarea llevar a los chicos caminando hasta la escuela acompañándolos. Luego a la quinta hasta las 11 y de ahí ir a buscarlos. Si puedo descanso un ratito. Todo lo hago para darles un mejor bienestar a mis chicos. Tres están en la facultad, dos en el secundario y otro en la escuela”.

 “Mi deseo –agrega Sandra es tener mi tierra. Ese es mi gran anhelo para no tener que pagar alquiler y trabajar tanto ya que la vida está tan cara. Estoy muy contenta, es cierto, por haber conocido gente como la del INTA AMBA que tanto se preocupa por nosotros. Estoy muy agradecida a la gente del MTE, a los conocimientos agroecológicos que fui incorporando donde conocí a gente muy linda que valora este trabajo que hago. Antes como mujer me sentía que no tomaban en cuenta esta labor tan dura y cotidiana que realizamos. Pero ahora nos sentimos muy valoradas. Hay mucha gente que no conoce la vida de la quinta en el campo que es tan sacrificada ya que hay que trabajar siempre sin importar la lluvia, el frio o el calor tenemos que estar junto a nuestros esposos ayudando para sustentar la casa, el hogar porque cuando se tiene familia grande hay que trabajar mucho y eso hacemos.”

 

Todas la labores

Albina Vides Ortega forma parte de la Asociación de Medieros y Afines (ASOMA), relata su vivencia cotidiana como mujer rural en La Plata: “En verano el alba es a las 4.30. Me despierto y ya dejo preparado el desayuno de los chicos y me voy a trabajar a las 5 aprovechando que está un poco más fresco. Ya pasando las 9.30 en el invernadero no se puede estar por el calor que se concentra. Así que salimos y vamos a realizar las labores al campo, luego ir a cocinar, hacer las cosas del hogar y ya preparase para volver a salir a las 3 de la tarde. Ya por la tarde no hay horario, la labranza es hasta las 9 o 10 de la noche o hasta donde se pueda porque muchas veces nos toca adelantar la carga para el próximo día y así es todos los días”.

Junto al esfuerzo cotidiano Albina también muestra sus preocupaciones: “Muchas veces todo lo invertido en la producción no se recupera a pesar de que colabora toda la familia. Nos pasa de poner la olla al fuego sin saber lo que le puedo echar dentro porque no alcanza ni con tanto sacrificio. Ni hablar de comprar ropa o útiles para los niños”. Y duele: “Es dolorosa la situación porque el trabajo en la quinta es muy duro pero el pago no está acorde tantas veces… Pero tengo una familia y la peleo mucho incluso con los jóvenes para que terminen el colegio y puedan ir luego a la universidad”.

Y el clima que tantas veces paraliza: “Las inclemencias del tiempo son duras y muchas veces nos hacen replantear si debemos quedarnos en el campo o salir al barrio pero sin saber dónde ir…”.

Albina define el rol de la mujer agraria: “Nos ponemos mucha tarea al hombro, carpimos, cargamos las jaulas de lechuga, manejamos tractor, aprendí a pelear con los patrones por mis derechos y gané ya que las mujeres podemos hacer todas las labores”.

En palabras del escritor uruguayo Eduardo Galeano en un “Un mar de fueguitos”, las mujeres rurales “arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende”

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