Pavonearse y otros poemas

Textos de la autora, docente, investigadora y actriz Natalia Torrado, en el marco de su producción académica y artística.

Por Natalia Torrado

Pavonearse

Voy practicando un plumaje.

Igual a un testamento

o la dote de mis hijas.

Que pase.

No quiere decir nada.

Este trazo en el aire,

el  repentino vuelco,

tenaz.

Que los años acumulan

una fuerza peligrosa,

alzada en el asombro.

De otros.

Pasearse por las galerías,

de tus ojos nuevos.

Bienvenido.

El ir y venir por balcones alados,

breve y atenta.

Quedarse intermitente.

Queridas mías:

se trata de continuar

al tacto.

El último pulso, en el que sigue.

Queridas,

es una adivinanza.

Que hay que decidir.

Serán envueltas,

en puntillas, silenciosas.

Sepan.

Mejor después,

acorralarse.

Desgraciadas,

eso también es un encanto!

Y  envenena.

Voy practicando rincones,

para mi final.

Una que sabe más,

sostiene las barajas.

Ahora.

Y va a dar,

niñas.

Mírenme bien,

relampaguear!

Por ustedes,

que ya son aves livianas.

Y rapaces,

puedan.

Sin edad o institutriz.

Pavonearse,

deben.

Sin edad.

 

Las brujas

Llora el niño a la hora de las brujas.

Llora el niño, y la madre también llora.

Y los dos forman un llanto, pero nadie los escucha en ningún lado.

Y las brujas son reales.

 

Un concilio

Si es que  pierdo,

mejor.  Celebrar.

Con el asco de los peces,

en la hora final.

Hacer la pasada.

Y pasar.

Astuta,

el dedo por cualquier costura.

Descartar,

el pellejo en el disfraz.

En el apuro.

Desahogar,

todas las madrugadas,

que me cuidan.

Difamarme.

Reventar juntas el alba y el ave.

Un concilio,

es cosa grave.

Y pierdo.

 

La tarea

No temer. Una mañana nítida.

Salirse con la suya,

por los bordes del sol.

Y no es bestial.  El paso.

De la nave que esplende,

conozco poco. Esa tersura!

Pero acepto.

Dejo al mar su forcejeo.

Me deslizo,

depravada.

Para que no me rompa el barullo del agua,

pasar entre el agua.

Entrometerse,

no es un sigilo. Ese amor,

a penas importa.

Los leves toqueteos, los retrasos,

son formas en edad.

De salir.

 

Suya al sol.

No es mucho, ni es alguien.

Lo que espera,

cumple la tarea.

 

La prueba

I

No se pronunciará,

la lengua de este asunto. Ya se sabe.

Que no es con este cuerpo.

Que arremeto, insensible.

Al acto reflejo de otras fugas.

Ellas al contrario, me vuelven

más sanguínea, en su caída.

La última amenaza:

a penas un zumbido!

En cambio, un respeto blindado.

Reclamo.

Que me suelte el cortejo minucioso,

de esas luchas. No soy la muchacha,

que agita el pañuelo. Equívoco.

El rasgo distintivo, prefiero.

Un aleteo al ras, y que te sientas solo.

Para mí. A esta altura,

la prueba de vida.

Ya no cuenta,

si lo digo.

II

Ahora quiero hablarte,

con algo que aguarda.

En el verano.

Fui la vagabunda de los acantilados,

en tu ausencia.

Y entonces tan cerca, al lado.

Mi gesto de piedra siguió la figura,

hasta la orilla. Que extrañaba.

De mi confesión, no diré nada.

Ni tacto, ni miradas:

que se atrevan! Hacer de la prueba un escarnio,

mejor muerta.  Su letra se suelta,

y muy de vez en cuando.  Se confirma,

en un cuerpo de niños.

Perdonados.

La edad en que te encuentro no me admite.

Entonces te hablo y me retiro,

muy de a poco. A tu mar,

y no le pido nada.

A las fauces del paisaje.

Que no alcanza.

III

Sueño boquiabierto de la fiera,

curva irreversible del espanto,

restos de Dios en el fin del argumento,

silbido de próxima tormenta,

ráfaga en el portazo,

yo los reto!

Punta bestial de la noche,

abrupto escalón de la vergüenza,

nudo inexacto atrapado en la madeja,

Los conjuro!

Astilla fatal entrando al torrente,

rastro  siniestro de todo lo que gira,

último pálpito doblando la esquina,

yo los invoco!

Y será.

Un rapto, un filo instantáneo,

un paletazo,

la espina que se expulsa en un insulto.

Y será indispensable,  esta catástrofe.

Que provoco, todo el daño.

La prueba de amor,

que escribo.

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