Valeria Cervero: la palabra que inventa el mundo

Lidia Rocha entrevistó a Valeria Cervero en el programa de radio Moebius, con Gerardo Curiá. La poeta se refirió a su último poemario Ctalamochita,  publicado este año por editorial Barnacle. 

En 2020 Valeria Cervero ha publicado, por editorial Barnacle de Buenos Aires, su poemario Ctalamochita. No se ha podido hasta ahora presentarlo en vivo, tampoco se hizo una presentación virtual. Mientras esperamos que esto suceda, la recibimos en el programa de radio Moebius, con Gerardo Curiá. Esta entrevista surgió, en gran medida, de la charla que tuvimos en el programa. El título del libro, tan sugerente, es un nombre que se le da al Río Tercero, en Córdoba, que corre por una región llamada Calamuchita. El libro está formado por 71 poemas en prosa, muy breves, divididos en: costuras, olvido, Ctalamochita, casa, tejido y marcas y claridades.

Lidia Rocha: Me había llamado la atención ese nombre: Ctalamochita y también otros que quedan resonando tras la lectura del libro y que pensé tenía su origen indígena.

Valeria Cervero: Son nombres de pueblos de la zona de Calamuchita. Una de las versiones sobre el origen del nombre Ctalamochita dice que derivaría de ctala o tela, y que en la lengua de los pueblos originarios significaría “tierra de muchos árboles”. Otra versión asegura que viene de talas y molles, árboles de la zona. Pero la lengua de los comenchingones, que habitaban la región, está bastante perdida y no hay manera de demostrar que ése sea su origen. También hay una zona que se llama Calamuchita en Bolivia. Y una versión supone que ambas Calamuchitas podrían derivar de “Calamocha”, una ciudad de la provincia de Teruel, en España.

“Amboy. Amancay. Hay nombres que me persiguen. Sus sonidos son la presencia de una lengua estival. Como los cuerpos en el verano, se desnudan bajo el sol, pero buscan aquello que los refresque”. (poema 36)

L.R.: En el poemario vos no los nombrás como parte del paisaje, sino como partes del tiempo, para el poema son signos de una “lengua estival”.

V.C.: Eso tiene que ver con el momento en que fueron escritos, durante unas vacaciones que pasé en la región de Calamuchita. Es un libro que está escrito a orillas del río, entonces la escritura se piensa como algo que fluye igual que un río, y se encuentra también con obstáculos, dificultades, con algo que no se puede terminar de definir.

“La escritura viene y va. Nos moja y deja en el silencio que nos escribe. Un silencio más acá de los árboles y las gotas de lluvia. Un silencio que pone afuera cada sonido del mundo”. (21)

Tiene que ver con pensar la escritura y también la poesía en relación con la visión del mundo, pensar el yo como un artificio también. De alguna manera, pensar también en la memoria del cuerpo y también, a su vez, el silencio, cómo actúa sobre el cuerpo. Estos son los tópicos que se continúan en otras partes del libro pero que en Ctalamochita están más presentes. Ctalamochita es la parte central y más extensa del libro. Y fue la más importante a la hora de elegir el título.

L.R.: Otro tópico es el de la casa, su presencia, su ausencia.

“La poesía también es un refugio, una forma de seguir. Si ya no es posible habitar la casa, hallar la palabra o el silencio preciso que nos pronuncie”. (poema 52)

V.C.: Pensar la relación entre la casa y la poesía. La poesía como intemperie, pero también como amparo. El tema de la casa es uno de los hilos que entrelaza las diferentes partes del libro. Pero también hay hilos que se entrelazan con otros libros anteriores, muchos fragmentos que están dialogando. Y a veces se contradicen, quizás porque fueron escritos en momentos distintos. La casa está muy presente en todos:

“El motor de la heladera vieja establece continuos. El aire fresco se filtra por las ventanas y promete un mejor clima adentro. Desde el patio pueden verse relámpagos que miden el tiempo de la próxima tormenta. Ya no soy ese único sonido”. (poema 29)

Esa última frase está respondiendo a otros poemas que hablan de otro tiempo, otra lluvia, otro verano, en el libro Sin órbitas, que termina diciendo “soy ese único sonido”.

L.R.: Tu obra entonces configura una unidad.

V.C.: Sí, tal vez la novedad en este libro sea la prosa. Es la primera vez que lo intento, escribir poemas en prosa.

L.R.: Otro tópico que señalabas es el de la memoria.

V.C.: Un poema que habla de la piedra como la historia en el paisaje. Pero por otro lado el tema de la memoria vinculado a un olvido necesario, el recuerdo como construcción y deja de lado una parte, que queda en el olvido.

“La piedra también cuenta. Guarda la historia de medio milenio atrás. La piedra es la historia. Morteros de familias o alero del chamán. El paisaje es la casa que perdura”. (poema 35)

L.R.: La memoria tiene que ver con las edades pasadas y ahí a veces aparece también la nostalgia, de la primera juventud quizás.

V.C.: Una primera juventud, vinculada a la seguridad, a la falta de temor y de miedos.

“El tiempo ya no se parece a sí mismo. La vejez es una promesa que quién sabe si cumpliremos. Mientras la juventud se vuelve recuerdos de la época en que no sabíamos temer. El resto es una enramada que sigue creciendo en el fondo de la casa”. (poema 15)

L:R.: En cambio, ahora estamos en la edad de “las preguntas sin resguardo”, que proponés al principio del libro,en Costuras. Y también nombrás la muerte. “lo que se corrompe”, “las muertes que me esperan”.

V.C.: Está vinculado a la enfermedad. Y en este momento se siente con bastante fuerza. Son las preguntas sin resguardo que nos acompañan a lo largo de la vida.

L.R.: Hacia el final del libro hablas de la búsqueda de la “palabra genuina”:

“Hallar el espacio de la palabra genuina, deshaciendo el espesor de las poses y reiteraciones imbéciles. Ese lugar en que se disuelve la traba de la puerta hacia lo inútil. El pasaje a la belleza cercana que simplemente es”. (poema 68)

V.C.: Es el imposible. Hay una parte anterior, Casa, este poema:

“Escribir para horadar la nada que nos cae encima. Para que el verso esté ahí, cuando no importemos. De esas ficciones también vivimos”. (poema 46)

El yo se construye, es una ficción. Y la poesía genuina, que nos trascienda es también una ficción. Es la palabra que inventa el mundo. El objetivo de decir el mundo y la interioridad y, al mismo tiempo, la imposibilidad de hacerlo. Creo que es la idea que atraviesa todo el libro.

L.R.: En mi lectura yo me había detenido en los aspectos donde Ctalamochita se vuelve más reflexivo, pero al escucharlo en tu voz advertí que también es un libro lleno de luz y de vida, con poemas como este:

“El agua es más fría cuando se la presiente. Si dejás que llegue al cuerpo pronto, regala su tibieza y parece acunarte. Las chicas en el agua son sirenas perdidas. Cantan y gritan sólo para ellas mismas. Para alterar el río. Para hacerlo más bello y más joven”. (poema 31)

V.C.: Los primeros textos de Ctalamochita son de diciembre de 2016, pero la escritura del libro “explotó” en enero de 2017. Fue inmediatamente después de terminar mi libro anterior, Seres pequeños, que lo escribí en 2016, durante el duelo por la muerte de mi mamá, y lo veo como un libro sobre las pérdidas. Ctalamochita significa entonces una ruptura con respecto a ese libro previo. Si bien vuelve sobre los tópicos de la muerte, el dolor, los miedos, también deja que la corriente –del río y de la escritura– traiga la vida, la naturaleza, la belleza, la fortaleza de ciertos vínculos. No solo en lo formal sino también en la mirada del mundo y la luz a la que le da espacio, como decís. Hacia los diez u once años escribía textos en prosa que eran una observación y también reflexión sobre el mundo, con una mirada un tanto maravillada te diría. Recién ahora, después de editado el libro, lo recuerdo y siento que algo del asombro de esa mirada de la infancia retornó en Ctalamochita y otros textos posteriores inéditos.

Biografía

Valeria Cervero nació en 1972 en Buenos Aires, ciudad donde vive. Publicó cadencias (edición de autora, 2011); el libro-álbum escondidas (Ediciones del Eclipse, 2013), en coautoría con la ilustradora Vivi Chaves; el agujero negro de lo dicho (plaqueta) y equilibristas (Colectivo Semilla, 2014); Sin órbitas (El Ojo del Mármol, 2016); madrecitas (Barnacle, 2017); Seres pequeños (Hemisferio Derecho, 2018); Sibilejo (Editorial Maravilla, 2018) y Ctalamochita (Barnacle, 2020). Compiló Poeplas. Antología de poesía argentina para chicos (e-books; vol. 1, Poesía Argentina, 2013; vol. 2, Op. cit, 2017). Desarrolló diversos proyectos de difusión de poesía y crítica, de manera individual y colectiva. Actualmente integra el staff de la revista digital de poesía Op. cit. y es una de las organizadoras de Poeplas, ciclo de poesía para las infancias, que durante este año viene centrándose en una tarea de difusión en las redes. Es integrante de Sangría, colectiva feminista contra la violencia machista en el ámbito de la palabra, y de Poetas por el Derecho al Aborto Legal

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