Otras de las “pandemias” que silenciosamente se está sosteniendo y ampliando desde hace años en nuestro mundo

Los niños fumigados de Tandil

Por Silvana Melo
Foto de apertura: Pablo Piovano

En la periferia de la pandemia, los venenos del sistema productivo oficial siguen atacando, por lo menos, el sistema inmunológico de los niños del país. Los dieciséis agrotóxicos que el grupo de investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas de la Unicen, liderados por la profesora Graciela Canziani, encontraron en el agua y en el suelo de las escuelas rurales de Tandil, no pueden sorprender. Los patios de recreo de los niños del campo en el paraíso donde las clases acomodadas del AMBA sueñan con migrar, son páramos fumigados. Donde los chicos relatan con orgullo que se ponen las mochilas cargadas de sopas de venenos para ayudar a sus padres a ponerles “remedios a las plantas”. Donde todavía los niños son banderilleros , marcan dónde hay que fumigar y reciben la lluvia cada vez.

Silenciosamente, cuando todo es Covid19, Canziani, sus estudiantes y graduados y la investigadora del INTA, Virginia Aparicio, presentaron por YouTube el informe con la impronta de los tiempos: las caras en cuadritos en la distancia social del virus. Y las preguntas por chat. Silenciosamente, Canziani y parte de su equipo desnudaron con discreción académica la peor cara del sistema productivo: la necesidad de sustentarse con la utilización desmesurada de agroquímicos. La rentabilidad ciega a costa de la salud de la población.

Para desarrollar el proyecto y lograr su financiación sin cuestionamientos desde el origen, lo llamaron EcoAgricultura. Sin la palabra agroquímicos en el título para no generar controversias ni urticarias institucionales. Ya en el campo, el intercambio con los niños, los docentes y las familias fue profundo. Descubrieron que el suelo en el que pisan, se revuelcan y juegan y el agua que consumen los alumnos de las escuelas rurales tienen 16 agroquímicos. Algunos paradigmáticos y temibles como el clorpirifós y el 2,4-D. Más atrazina y glifosato. Escucharon a los niños relatar que “el papá les pone la mochila para fumigar con él”. Una chiquita, narró Canziani a APe, “contó que a veces el líquido se le chorrea por la espalda. ‘Mi mamá después me llama para que nos vayamos a bañar’”. Ante semejantes relatos, la directora murmuró: “hemos destapado una lata de gusanos”. Esa directora tiene un marido aplicador con cáncer.

Los estudiantes y los graduados de Ciencias Exactas y Ciencias Humanas de la Unicen hablaron con los chicos sobre bichitos y abejas. Sobre verduras que no reconocían, a pesar de vivir en el campo. Sobre huertas que nunca habían hecho. Sobre lechugas y naranjas que iban a comprar a Tandil. En una de las escuelitas, los niños –de entre 8 y 10 años- “eran banderilleros para el papá”. Relataban con orgullo que iban como rescatistas a aplicar “remedios para las plantas”. La directora de la escuela, relata Graciela Canziani, “es productora apícola agroecológica. Ella contaba que esos chicos faltaban el lunes y el martes llegaban muy descompuestos a clase”. Es una escuela asentada en zona ganadera pero junto a ella hay un depósito de plaguicidas porque el vecino se dedica a las aplicaciones. También hay un mosquito. Es decir, un foco de contaminación constante para los chicos.

La investigación se realizó entre 2017 y 2018 en 15 escuelas rurales de Tandil. Sobre ruta 226, a 35 kilómetros de la ciudad, hay una escuela de concentración con jardín , primaria y secundaria. Y fumigada. Hay una ordenanza que prohíbe pulverizar a menos de 150 metros pero la soja llega a tres metros de la ventana de la escuela, relató Canziani a APe. Entonces “cuando fumigaron, se quemaron los agapantos del jardín del establecimiento”. El Director de Ambiente trasladó la denuncia de los padres a la oficina provincial. Que envió una inspectora a chequear que los denunciantes tuvieran hijos en la escuela. La preocupación provincial caminaba por otros carriles que la de los vecinos.

Cuentan los investigadores que “una hematóloga tandilense habla de mujeres que suelen ir a hacerse análisis para tratar de determinar el por qué de un segundo aborto espontáneo sin explicaciones”. Pero no se le practican análisis de plaguicidas en sangre. “El hipotiroidismo es epidémico en Tandil”, aseguran. Varios de los agroquímicos encontrados son disruptores endocrinos, es decir, alteran el sistema hormonal. “En el plazo de un mes fueron derivados a un hospital de Mar del Plata cuatro chicos con tipos de cáncer que suelen darse en adultos pero no en niños”.

La directora de una de las escuelas, ubicada a mitad de camino entre De la Canal y la base aérea, llegó a pararse delante de los mosquitos para frenarlos y llamar a la policía. Está en el medio de la nada. A esa escuela van hijos de peones y también hijos de propietarios. En una disputa cultural en territorio que nunca está resuelta. Donde los niños hacen pequeñas huertitas en los bidones de agroquímicos cortados a la mitad. Donde también trasladan los huevos.

Dice el informe: “Los niños en particular son altamente susceptibles a la exposición a plaguicidas, porque su organismo no está totalmente desarrollado”. A la vez, “la exposición laboral a plaguicidas es un riesgo serio para los trabajadores agrícolas, los aplicadores y los operadores comerciales de control de plagas porque ocurre repetidamente y por períodos largos”. Generalmente se mide la toxicidad de cada uno de los pesticidas, pero “no se evalúa el riesgo real de las mezclas de sustancias como glifosato con clorpirifós, cipermetrina con 2,4-D o con atrazina o de las muchísimas posibles combinaciones”.

El clorpirifós está prohibido en gran parte del mundo. Es un agente nervioso pariente del gas sarín. Que actúa sobre el sistema neurológico. Es el que lleva Estela Lemes en la sangre, maestra rural fumigada en la escuela 66 de Entre Ríos. Uno de los símbolos de esta lucha.

Virginia Aparicio, investigadora resistente del INTA Balcarce, “hizo un estudio sobre las partículas que trasladan a los herbicidas”, explica Graciela Canziani. “Y analizó que la mayor concentración aparece por debajo de 1.50 metros”. A esa altura están los niños.

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