Por Julia Pacolini
Según datos publicados por el Observatorio MuMaLaz sólo en enero de 2019 se registraron en la Argentina 24 femicidios, un travesticidio y seis casos en proceso de investigación.
El femicidio no es un acto de violencia personal o de carácter íntimo. No es un crimen de odio emocional. El femicidio, o feminicidio en otras regiones de Nuestra América, es una metodología de control social. Es un acto político de violencia extrema. Históricamente los conflictos de géneros -feminicidios, violencias de géneros, etcétera- han sido ubicados en posiciones de minorización, llevados al plano de lo privado. Por ésto las luchas vinculadas a las cuestiones de géneros son asociadas una y otra vez a lo banal, a aquello que no es prioridad.
El problema de negarlo es que el género es una forma de caracterización, económica, social y política. Ser mujer, ser trans, travesti o lesbiana en un mundo liderado por varones (corporaciones, estados represivos, etcétera) mas trabajado por mujeres, significa no tener acceso a los mismos puestos de trabajo, ni al mismo trato, ni a la liberación de las relaciones de dependencia/poder (económicas, simbólicas), y estar expuesta a la violencia física y simbólica diaria. La etnia, el género, el sector social económico son formas de diferenciación y subordinación.
Según datos publicados por el Observatorio MuMaLaz sólo en enero de 2019 se registraron en la Argentina 24 femicidios, un travesticidio y seis casos en proceso de investigación. En 2018 el número llegó a 259 femicidios registrados. Ésto no incluye aquellos femicidios que no han tenido acceso a la repercusión pública.
Aunque no es lo mismo hablar de Nuestra América en términos generales que apuntar a las particularidades de cada región, es posible identificar a grandes rasgos similitudes entre ellas. Como enuncia Rita Segato en La guerra contra las mujeres no existen las violencias contra minorías o las violencias particulares como los medios -reproductores del poder- afirman. Los crímenes intrafamiliares son públicos y políticos. Los feminicidios no son del plano individual o privado sino que son por el contrario metodologías de disciplinamiento de aquellas personas que ponen al poder y al control el jaque.
Los cuerpos feminizados son objetos de control sobre los cuales el poder económico, político y simbólico lo ejerce. Las mujeres, las lesbianas, las travas, los putos, son hoy los botines de guerra del pasado. La violación no indica un hecho de placer sino un hecho de poder, de coerción.
Dicho de esta forma podríamos pensar que existe una secta de femicidas que responde de forma consciente y automática a las necesidades de dicho poder. No. Se trata por un lado de la espectacularización de la violencia -morbo y agresividad cada vez mayor en los feminicidios, expuesto a su vez por los medios de comunicación- y por otro lado de una cultura de la violación que crece exponencialmente, reproducida en las nuevas guerras como método de control y humillación de la parte afectada.