La implantación de la última dictadura cívico-militar (1976-1983) implicó el despliegue de un aparato represivo contra la disidencia al régimen, y contra quienes cuestionaban las injusticias sociales y luchaban por un país igualitario y justo. Este disciplinamiento social por la vía de la violencia estatal fue ejecutado poniendo en marcha un plan de exterminio que generó como saldo miles de desaparecidos, presos políticos y exiliados.
Al mismo tiempo, la dictadura puso en marcha un programa económico que devastó la industria nacional y las pequeñas y medianas empresas, fortaleció la especulación financiera y endeudó al país generando mayor dependencia.
El gobierno dictatorial prohibió los sindicatos y las huelgas. La clase obrera fue víctima de una cruenta represión, y de políticas económicas que pusieron los salarios por el piso y aumentaron la explotación. Sin embargo, la larga historia de lucha del movimiento obrero y la conciencia de sus derechos generaron múltiples formas de resistencia y protesta, aun en un contexto altamente desfavorable y peligroso.
El 30 de marzo de 1982 las organizaciones gremiales salieron a la calle a desafiar a la dictadura, y se convocaron a Plaza de Mayo con la consigna Paz, Pan y Trabajo. La movilización se extendió por todo el país. La respuesta fue más represión. Con el saldo de un trabajador asesinado por las fuerzas represivas en Mendoza y más de 1000 manifestantes encarcelados, entre ellos los dirigentes gremiales nucleados en la CGT.
A 40 años de aquella gesta, queremos recuperar la memoria del movimiento obrero, para que las nuevas generaciones sepan que en el pasado no sólo hay horror sino también ejemplos de lucha colectiva de enorme dignidad, que iluminan el presente en la conquista de derechos.
Los documentos que exponemos son memoria y reconocimiento a los miles de trabajadoras y trabajadores que resistieron a la dictadura. Muchos y muchas fueron desaparecidos o desaparecidas, otros y otras fueron a la cárcel, al exilio o perdieron el trabajo.
Miles y miles resistieron en sus lugares de trabajo y se animaron a salir a la calle. Fueron nuestros padres, nuestras madres, nuestros abuelos, nuestras abuelas.
Su memoria nos honra y su historia nos constituye.