Entrevista a Jorge Consiglio, uno de los escritores más celebrados de la literatura contemporánea argentina, gracias a una obra que se mueve entre la tensión narrativa y la respiración poética. Por Juan Rapacioli, para SomosTélam, en el marco del conflicto actual en agencia Télam.
Por Juan Rapacioli
Buenos Aires, 5 de octubre (#SomosTélam).- Autor de novelas, cuentos y libros de poesía, Jorge Consiglio es uno de los escritores más celebrados de la literatura contemporánea argentina, gracias a una obra que se mueve entre la tensión narrativa y la respiración poética y que encuentra en su última publicación, “Tres monedas”, un nuevo dispositivo para repensar la realidad a partir de los detalles.
La novela “Tres monedas” (Eterna Cadencia) llega después de la aparición, hace dos meses, del poemario “Plaza Sinclair” (Editorial Conejos), y del libro de crónicas breves en clave de ficción “Las cajas”, lanzado por el sello Excursiones, obras que se suman a sus trabajos más reconocidos como “El bien”, “Pequeñas intenciones” y “Hospital Posadas”.
El escritor habló con #SomosTélam de su nueva novela, la situación de la cultura en tiempos de crisis y la escritura como forma de resistencia.
-#SomosTélam: Tu obra se mueve entre diversos géneros. ¿Cómo
asumís la escritura en cada proyecto?
-Jorge Consiglio: Creo que se trata de una cosa caprichosa quesale por coyuntura. Por ejemplo: los cuentos de “Villa del Parque” los veníatrabajando a lo largo de la escritura de “Hospital Posadas”, una novela que mellevó años. Algunos textos los vas pergeñado en medio de otros que te llevanmás tiempo, muchas veces te salvan de la ansiedad de resolver un argumento,funciona como un ordenador. Con respecto a “Las cajas”, tiene más que ver conuna propuesta editorial, son las entradas que fui juntando cuando dejé el blogde Eterna Cadencia. Me había propuesto articular dos historias con una bisagraque tuviera una primera persona: empezar a jugar con una suerte deautobiografía ficcional. El peso de la primera persona lleva a que en algúnpunto puedas enhebrar experiencias personales.
Hay algo que no me puedo sacar:la observación del detalle que te preserve del caos. Te agarrás del detalle y
desde ahí construís un universo. Me parece que ahí está el germen del lirismo.
En cuanto a esta nueva novela, es algo que venía pensado: esas estructuras quese te meten en la cabeza y no te las podés sacar. Me pareció una idea narrable.Nunca sabés por qué querés narrar algo, pero te parece que guarda algunarelación con la verdad o la belleza.
-#ST: Algunos escritores sostienen que siempre se escribe el mismolibro.
-JC: Sí, en algún momento me dio la sensación de que me estabarepitiendo en cuanto al tema, pero la verdad es que cuando uno busca corrersese da cuenta que no puede salir de su imaginario. De alguna manera, se hilvanasiempre lo mismo, y me parece que eso pasa incluso en los escritores másvanguardistas, Aira por ejemplo, uno podría pensar que al ser tan frenética suproducción esto no sucede, pero su obra está marcada por un tono que laenhebra. El narrador de Aira es siempre el narrador de Aira. Hay un eco desonido en su obra. Me da la sensación de que tiene que ver con el imaginarioque se relaciona con el autor. Es muy difícil separarse de eso que teidentifica. Hay una latencia que tiene que ver con la identidad. Habría quebuscar a los autores que zafan de esto.
-#ST: Luego de muchos libros publicados, ¿tenés una reflexiónsobre tu lugar en el campo literario?
-JC: No pienso mi lugar en el campo literario, pero sí me piensocomo escritor y eso me costó mucho laburo. Ahora lo puedo decir, pero a lo largode mi vida eso no lo tuve claro, fue un trabajo áspero. Ser escritor en
Argentina implica tener siempre la pregunta de cómo vivís. Un prejuiciorelacionado con un mandato paterno que tenía que ver con cómo iba a ganarme lavida, eso es algo constitutivo. Durante muchos años trabajé de otra cosa quesentía que me tomaba mucho tiempo y me sacaba identidad. Mi respuesta a eso fueescribir: cuando escribía, sentía que estaba trabajando en contra de todo esoque me quitaba intimidad. Eso me preservó durante los ‘90, la globalización, lacrisis. Mantener mi proyecto de escritura me salvó de perderme en la alienaciónabsoluta. Tanto la escritura como la lectura me salvaron de la rosca del
sistema, pero hubo un punto donde eso no me alcanzó y decidí romper el mandatopara decir “me voy a dedicar a la literatura”. Eso implicaba renunciar a lascomodidades que me daba esa otra vida. Con mucho miedo al principio vi que,finalmente, me pude constituir como escritor. Ahora trato de que sea una
aventura personal.
-#ST: ¿Cómo es escribir en este contexto político, económico ysocial?
-JC: Siento un enorme desaliento. No voy a ser novedoso con esto,pero creo que la cultura está amenazada como está amenazado todo a un nivel dedesconocimiento y agresividad muy potente. Fijate lo de Milagro Sala, lo quesucede con la policía en las villas, el accionar de la gendarmería durante lasmarchas, lo que te dicen cuando te agarran. Hay algo de disciplinamiento que sepuede ver claramente: una política que te desconcierta por lo cruenta. Encultura por supuesto que lo estamos sufriendo. Si tenés algún tipo desensibilidad, no hay forma de que no te afecte que crezca la pobreza como estácreciendo, aunque estés salvado. Si no, para qué carajo escribís. Algunos seregodean en su torre de marfil. En ese sentido, es un contexto que tambiénsirve para ver dónde estás parado. En términos literarios, creo que el lenguajetraduce la violencia, es temperatura de clima social. Por más que lo quieraslimpiar, el lenguaje te lleva por delante. Es un ser vivo.
-#ST: ¿Cómo se sale del desaliento?
-JC: Creo que tiene que ver con lo cooperativo, no hay otra.Tenemos que aprender de los pibes y las pibas. El feminismo es la únicarespuesta actual no sólo de género, sino anticapitalista. En lo personal mecuesta ser optimista, quizás porque estoy muy metido en la cosa inmediata. Essúper desalentador ver cómo nosotros como burguesía somos solidarios con lasdictaduras o con modelos sin Estado de derecho. La única que queda es unainstancia cooperativa. No podemos esperar una iluminación que venga de arriba.