La película rusa, exitosa una vez que aterrizó en Netflix, nos propone un recorrido signado por el estilo de Romeo y Julieta sobre la sociedad aristocrática previa a 1900. Una oportunidad para salir del confort.
Por Francisco Pedroza
Patines de plata nos sitúa en Rusia, previo a los festejos del 1900. La ciudad de San Petersburgo atraviesa un brutal invierno, capaz de congelar todos los canales que allí se encuentran. En uno de ellos, patinando, conocemos a nuestro protagonista, un chico de 18 años. Clase obrera, junto a una banda de jóvenes, utiliza sus habilidades en patinaje para sobrevivir, puntualmente para robarle a los burgueses y aristócratas de la Rusia anterior a la revolución, con técnicas y vestimentas que nos recuerdan a Oliver Twist.
La película nos muestra un pantallazo de la sociedad de esa época, y lo hace, no sólo desde un lugar precario y marginal, sino también cuando empieza el nudo de esta narración. Si bien está atravesada por cuestiones políticas y sociales, no deja de ser una historia de amor. Al más viejo estilo de Romeo y Julieta, el joven conoce a la hija del ministro, que entendemos, con el transcurrir del film, que es la persona más poderosa de San Petersburgo. La sociedad, pese a pertenecer a la aristocracia, tampoco le es favorable, ya que por el simple hecho de ser mujer no se le es permitido estudiar en universidades ni decidir con quién casarse.
A partir de su encuentro sabemos para dónde va a ir todo, con diversos matices, pero es una historia que conocemos de memoria. Si bien los lugares comunes en general aburren por su repetición, en ocasiones funcionan. El saber lo que va a pasar nos da lugar a prestarle atención a otros factores y Patines de plata es consciente de ello. Desde el vamos, el cine ruso no es muy difundido en nuestra región. Por eso, cuando llegan estas películas, bien hechas y mostrándonos un mundo y un tiempo poco visto y explorado, da placer mirarlo y descubrirlo. Por otro lado, la decisión de abordar las altas esferas sociales es tal vez el acierto más grande. Su arte es sorprendente y el vestuario, los edificios decorados y la ciudad invernal, hasta sus más mínimos detalles, están logrados a la perfección.
También se debe mencionar que el elemento que incluye el nombre del film, los patines, tampoco está muy desarrollado en el mundo cinematográfico. En este caso se vuelve protagonista, sobre todo en escenas de robos y persecuciones. Es un factor que da la excusa perfecta para que la cámara tome el control de la situación y así lograr la velocidad que este tipo de desarrollos necesita.
La película fue inicialmente estrenada en el 2020, pero fue un rotundo fracaso comercial hasta llegar a mediados de junio del 2021 a Netflix, posicionándose entre las más vistas de Argentina y del mundo. Es un largometraje liviano pero interesante de ver si somos espectadores que se pueden conformar con una linda historia sin muchas sorpresas. A su vez, permite reconocer trabajos artísticos, por lo que se disfruta y entretiene.
Es la oportunidad, también, de salir un poco de la zona de confort a la hora de ver cine. Una demostración de que no sólo hay “buen” cine en Estados Unidos, sino que si nos damos la oportunidad, vamos a descubrir un mundo poco internalizado y, al mismo tiempo, hasta lleguemos a aprender algo de historia.