“María Eugenia Vidal mostró en sus redes cómo golpeó la puerta de un departamento del barrio Carlos Gardel en la localidad de Morón para informar a un hombre que había sido denunciado por violencia de género. Expuso a la denunciante y dejó a la vista la irresponsabilidad que impera en la gestión Cambiemos en esta materia”. Por Julia Pascolini y Paloma Baldi.
La gestión Cambiemos hace uso y abuso de las redes en un modus operandi para el que es difícil establecer regularidades. Sin embargo, si tuviéramos que identificar un patrón común, sin dudas sería el cinismo. Desde Macri diciendo “ya te vas a acostumbrar” mientras le palmeaba las piernas a una nena para un spot en 2015, hasta Vidal jugando a la heroína y exponiendo a dos denunciantes de violencia de género para hacer campaña, se traza un rostro del gobierno cuya contracara es el vaciamiento.
Mientras María Eugenia Vidal muestra en sus redes cómo golpea la puerta de un departamento del barrio Carlos Gardel en la localidad de Morón para decir: “(…) estuve reunida con -nombre- y con su hija -nombre-. (…) me contó que te denunció”, sabemos que su gestión de gobierno destina 11 (once) pesos por mujer y personas de géneros disidentes para combatir la violencia de género. También sabemos que despidió a las trabajadoras de la línea 144 por hacer paro.
Teniendo a su disposición el presupuesto y el dispositivo estatal que implican la gestión de la provincia de Buenos Aires: ¿qué hace la gobernadora yendo, con cámaras, a notificar a un hombre denunciado por violencia de género? Digámoslo con todas las letras: la gobernadora de la provincia de Buenos Aires pisoteó el debido proceso judicial para grabar un spot de campaña.
En un intento por generar una imagen de justiciera, Vidal expuso a la persona que denunció los hechos de violencia de género y legitimó una práctica que conocemos como “hacer justicia por mano propia”. Las metodologías de abordaje de situaciones semejantes, siendo ella una funcionaria pública, deberían ser de protección y contención por parte del estado; y no de vulneración y acción individual.
En Marzo de 2018, el INDEC publicó por primera vez los datos registrados de violencia de género en Argentina: sólo en 2017 hubo 86.700 denuncias. ¿Puede la gobernadora modificar esta realidad yendo a tocar la puerta de uno de los denunciados y diciendo que “va a acompañar”? La respuesta es inequívoca: no.
Jugar a la justiciera trae consecuencias enormes. Además de la exposición de las víctimas y la habilitación a un modo de entender la justicia que está por fuera del estado de derecho, se promueve la deslegitimación de las políticas públicas que están directamente destinadas a esto.
La Corte Suprema publicó en el mes de mayo una actualización de su Informe de Femicidios en Argentina, donde indicó que los crímenes por violencia de género que llegaron al sistema judicial en 2018 aumentaron en más de un 10% con respecto al 2017. Una Vidal patotera, que utiliza su poder político para hacer campaña electoral con la violencia que sufren las pibas, una Vidal que hace desuso de las políticas que ya existen, que habilita a que la sociedad entera descrea de ellas, no hace más que contribuir a que estas cifras sean cada vez más gruesas.
Es cierto que cuando el estado no responde se buscan nuevas formas de protección y de contención, pero las pibas se cuidan entre las pibas ¿y cómo no lo van a hacer si quienes deberían garantizar sus derechos no cumplen siquiera con el proceso judicial que establece nuestra legislación?
Los casos de violencia de género requieren un abordaje responsable y profesional, no uno que revictimice a las víctimas dejándolas en un lugar vulnerable y expuesto. Es inadmisible el rol que asumió la gobernadora. Las mujeres y disidencias no necesitamos que Vidal sea nuestra guardaespaldas, necesitamos que el estado garantice nuestros derechos para poder vivir sin violencia.