Al menos 3 muertos y 172 personas heridas fue el saldo en Cuba tras el paso de un tornado con vientos de más de 100 kilómetros por hora. La Habana fue la zona más afectada. Las autoridades aun evalúan los daños causados por este fenómeno.
Fue algo tremendo. Como un martillazo en medio de la noche. En medio del diluvio sonó un ruido como el de un avión a reacción y después empezó a granizar y a llover piedras y un viento endiablado se lo llevó todo: coches, árboles, techos, balcones, vidas, una catástrofe. No ocurría nada igual en La Habana desde 1940, cuando un tornado, también formado a partir de una gran tormenta de invierno, un 26 de diciembre, arrasó el pueblo habanero de Bejucal dejando más de 20 muertos y cientos de casas destruidas.
En esta ocasión, el tornado, aquí llamado rabo de nube, pasó en la madrugada de este lunes por varios municipios de la capital enseñándose especialmente con Guanabacoa, Diez de Octubre, San Miguel del Padrón, Habana del Este y el poblado marinero de Regla y otros barrios aledaños ya de por sí castigados por la crisis. Hasta el momento se ha informado de cuatro muertos y 195 heridos, pero las autoridades advierten de que la cifra es provisional pues hay numerosos derrumbes en las zonas afectadas.
Desde 48 horas antes la televisión y la radio avisaron de que se acercaba una formidable tormenta provocada por una baja extratropical, una especie de huracán fuera de temporada que entró por el oeste de la isla, pero nadie pudo prever que de este fenómeno meteorológico relativamente normal se formaría el tornado, algo totalmente excepcional en Cuba, que en su cono llegó a desarrollar vientos de 300 kilómetros por hora, como un ciclón de máxima categoría, pero muy localizado en una pequeña área y de traslación muy rápida. “Gracias a eso; si en vez de segundos hubiera durado minutos aquí no queda nada”, comentaba este lunes uno de los traumatizados vecinos de la calzada de Diez de Octubre.
Donde se ensañó el tornado, este lunes el paisaje era devastador: derrumbes totales y parciales de casas, columnas, farolas y árboles tumbados en medio de la calles, coches hechos chatarra incrustados en estructuras de hormigón, gente tratando de salvar algo de sus pertenencias, bomberos trabajando a destajo, vecinos ayudando en lo que podían, el servicio de agua, electricidad, gas y teléfono interrumpido, y el traumático recuerdo de la evacuación en plena tormenta del hospital materno-infantil Hijas de Galicia, en Diez de Octubre:sirenas de ambulancia sonando, traslado de embarazadas, niños llorando, un verdadero zafarrancho de combate bien organizado por los trabajadores de la clínica y de la Defensa Civil en medio del caos.
“Parecía que el mundo se iba a acabar. Creí que era un avión que se estaba estrellando, pero cuando salí al pasillo de mi casa todo empezó a volar y nos refugiamos con los niños debajo de la cama”, contaba Lily, un ama de casa vecina del hospital. Mientras en el resto de La Habana este lunes la situación era de normalidad, en los cuatro municipios afectados la situación era tensa y se trabajaba por restablecer la electricidad y las comunicaciones, cuyos tendidos fueron a dar al suelo en muchos lugares.
De madrugada, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, recorría el municipio de Regla, uno de los más afectados por el vendaval, y anunciaba una reunión extraordinaria del Consejo de Ministros para hacer un recuento de los cuantiosos daños y establecer la estrategia para ayudar a los damnificados. Numerosos comercios, farmacias, policlínicos y empresas han sufrido averías severas, muchos han perdidos los techos, e igual sucede en el sector residencial, donde el tornado ha venido a agravar la difícil situación ya existente debido a la falta de mantenimiento. “La Habana estremecida”, tituló el diario oficial Granma. La frase más pronunciada este lunes por muchos vecinos de los barrios afectados, era una sola: “Acabó el rabo de nube”.