Aproximadamente dos mil millones de trabajadoras y trabajadores –el 61 por ciento de la población activa mundial- padecen las consecuencias de un empleo informal, una práctica que condiciona la vida de una enorme cantidad de seres humanos, que se ven obligados a someterse a cumplir funciones en condiciones inadecuadas.
Así lo indica el informe Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: Tendencias 2019, elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el cual se da cuenta de que “la mayoría de los 3300 millones de personas empleadas en el mundo no gozaba de un nivel suficiente de seguridad económica, bienestar material e igualdad de oportunidades”.
El trabajo, si bien muestra un avance en la reducción del desempleo a nivel mundial, alerta que dicho incremento no refleja una mejora en las condiciones de trabajo.
En su presentación, la OIT afirma que “los responsables de formular las políticas deben afrontar esta cuestión, pues de lo contrario se corre el riesgo de que algunos de los nuevos modelos empresariales, en particular los propiciados por nuevas tecnologías, socaven los logros conseguidos en el mercado laboral, por ejemplo, los relativos a formalidad laboral y seguridad en el empleo, protección social y normas del trabajo”.
Uno de los puntos que se destacan en el estudio alerta que setecientas millones de personas viven en situación de pobreza extrema o moderada a pesar de tener empleo.
Por otro lado, se destaca la falta de progreso en cuanto a la reducción de la brecha que existe entre mujeres y hombres en el ámbito de trabajo. En tal sentido, se indica que la tasa de empleo femenina, durante el 2018, fue del 45 por ciento, mientras que la masculina del 75 por ciento.
En América Latina y El Caribe “la informalidad y la mala calidad del trabajo siguen siendo generalizadas en todo tipo de empleo”, y durante los años 2019 y 2020, según la OIT, se espera que la cantidad de personas con trabajo aumente nada más que un 1,4 por ciento.