Entrevista a Alejandro Camaño: “El desafío audiovisual de Latinoamérica”

Alejandro Camaño es realizador audiovisual y viene desarrollando una intensa actividad comunicacional en diversidad de proyectos y formatos. De paso por la sede de la UTPBA, y antes de embarcarse en un novedoso y ambicioso proyecto latinoamericano, conversamos sobre este mundo donde, al parecer, las pantallas ocupan el centro de nuestras vidas.

-En los últimos años debido a tu trabajo has recorrido el territorio argentino de punta a punta, relevando para un organismo público las variadas experiencias de comunicación que se dan en el territorio nacional. ¿De qué se trata eso?

-La Defensoría del Público es un organismo estatal de carácter federal que hace unos años se propuso registrar en formato audiovisual 100 buenas prácticas de comunicación ciudadana. Visibilizando y contribuyendo a difundir y fortalecer esos espacios y a las audiencias de los mismos. Radios y televisoras cooperativas, comunitarias, educativas, universitarias, campesinas, de pueblos originarios. El proyecto involucra a mucha gente y yo formo parte de él. Me ha tocado viajar y palpar in situ de qué hablamos cuando hablamos de comunicación en argentina.

 

-¿Cuál es tu balance luego de tamaña producción?

-El primero es que Argentina ciertamente es muy grande y los medios de comunicación tradicionales no reflejan esas realidades. Las posibilidades que veas en un canal cómo es y qué está pasando en Chos Malal (Neuquén) o Andresito (Misiones) por ponerte un ejemplo, casi no existen. Hay gente muy talentosa produciendo contenidos comunicacionales en todos lados, aun en condiciones muy desfavorables. Hay pueblitos casi aislados en materia de telecomunicación. Basta un dato: En el 50 por ciento del territorio argentino no hay internet y la que hay en muchas zonas es de una velocidad muy baja. Por tanto, esas radios y televisoras se vuelven imprescindibles para la vida de mucha gente. La brecha digital es muy notoria.

 

-Desde los años 80 la UTPBA viene desarrollando una defensa de los medios barriales, comunitarios, entendiendo a los que allí trabajan como actores fundamentales en el campo comunicacional. Por los 90 también la FELAP lanzó una consigna “El que le roba a la gente su derecho a la comunicación, le roba su derecho a ser Humano”. ¿Hoy en 2018 cuánto hay de eso?

-Todo. Hay una dimensión ideológica-afectiva de cómo impacta el consumo audiovisual en nuestras vidas. Miramos televisión, películas y series vía Netflix y demás plataformas, por el celular nos llegan y compartimos enorme cantidad de información audiovisual. La industria de los videojuegos está en pleno crecimiento desplazando incluso a la industria cinematográfica. En un día un usuario de Facebook interactúa con más imágenes que una persona del siglo XIX en toda su vida. Es abrumadora la cantidad de imágenes que circulan y nos impactan. Es todo un enjambre de información que está creando no solo un nuevo tipo de espectador sino de ser humano. Los hábitos de consumo cambian a una velocidad increíble. 

 

-¿Por ejemplo?

-Facebook está agonizando, Twitter quedó reducido a un tipo de consumidor con un perfil socioeducativo alto y con características muy definidas.

Al tiempo que sucede eso hay algo de lo que se habla poco y nada y es la dimensión material de la comunicación, o sea quiénes son los que detentan esos medios. El poder no solo es manejar y entender las técnicas de funcionamiento de los aparatos. Digo que lo que no se denuncia como se debe es a quienes lucran con toda esa información y esa gran base de datos a escala global que está en muy pocas manos. El poder está en quienes controlar las redes, los cables, los satélites, los servidores. El acceso a internet crece pero dista mucho de ser realmente democrático. Los dueños de las cosas son los que tienen el real poder. La desigualdad en el acceso es una violación a un derecho humano fundamental, el derecho humano a la comunicación, eso está clarísimo, pero aun así si todos tuviéramos acceso, ¿quiénes son los dueños de por dónde pasa y se acumula toda esa información?

 

-La respuesta parece clara.

-Y sí, hay que mirar para arriba. Estados Unidos definió de algún modo este presente tecnológico. Diseñó un mundo de consumo, un mercado global que permite a las grandes corporaciones hacer tanto un sismo financiero en un país con un click, como que cualquiera pueda comprar lo que se le ocurra a través de internet.

 

-¿Tu postura se asemeja a la de ciertos tecnófobos?

-No sé si importa en términos personales la mirada de cómo percibimos al desarrollo de las tecnologías de la comunicación. Me gusta pensarlo de manera más amplia. Y lo que queda claro es que el único estado que entendió que el futuro pasaría por donde está pasando, a mi parecer es China. El estado chino tiene su propio buscador, su propio Whatsapp, sus propias redes sociales y no deja el control de su información ni por dónde se transporta esa información en manos de otros.

 

-¿Y por casa cómo andamos?

-En nuestra región los estados no parecieran haber actuado a la altura de semejante desafío, ni antes cuando internet no estaba tan afianzada ni ahora. No se promovió ni se promueve una discusión seria sobre algo tan central.

El correo electrónico, el Whatsapp que le enviamos a un amigo que está a la vuelta de casa, primero pasa por Estados Unidos y después viaja a destino. En Latinoamérica carecemos de soberanía digital. Es alarmante. Se habla mucho de la necesidad de la multiplicidad de voces pero eso no se traduce nunca y nunca se va a traducir en multiplicidad de poder. Hay mucha confusión con respecto a eso. El poder es otra cosa.

 

-¿Desarrollaste algún emprendimiento en la web?

-Varios, los más destacables creo son solocortos.com, en el cual colaboré en su nacimiento. Un amigo, programador y amante de los cortometrajes, se propuso subir videos que habíamos producido juntos, y también de muchos otros realizadores a un sitio que él estaba desarrollando (estamos hablando de antes que saliera Youtube).  Era un espacio valioso para muchísimos artistas que podían compartir sus obras allí, fue pionero en la región latinoamericana y creció todo lo posible, en paralelo el proyecto se convirtió en programa de TV y TeleSur le brindó un espacio en su programación. Al carecer de apoyo estatal o privado no pudo expandirse.

Otro sitio primo hermano de ese fue Mondoclips.com, un portal de videoclips para bandas que no tenían lugar en la industria musical pero que mostraban una inquietud audiovisual para darse a conocer. CNN y Yahoo noticias se hicieron eco de su lanzamiento. Lo cierto es que cuando aparece Youtube lógicamente se devora todo. Más allá de la experiencia personal lo que evidenció eso a principios de los años 2000 es que éramos muy pocos los que estábamos prestando atención por dónde pasaría lo que vendría. Y a nivel Estado, el fomento y la legislación del campo audiovisual lamentablemente va un paso atrás de lo que dictamina el mercado.

 

-Vos llevás muchos años en comunicación política, trabajando para ONGs, fundaciones, y en diversos niveles del Estado: ¿la comunicación es política y la política es comunicación?

-Sin dudas. Lo que a mí me gusta aclarar es que la política no es eso que sale en los noticieros, mejor dicho no es solo eso, la política no es un discurso, no es solo eso, la política no es un aviso con un candidato equis saludando a un nene, ninguna pieza audiovisual per se instala o genera o tuerce un debate. En todo caso la batería de muchos elementos gráficos y audiovisuales es la que genera un clima, predispone al espectador a sentir. Los que viven en el mundillo del pasilleo y la info política no comprenden muchas veces lo que está ocurriendo ahí afuera. Y lo que está ocurriendo es que mucha gente decididamente no se informa, otra se informa mal, y muchísima prefiere o es direccionada a entretenerse.

Pero algo muy real y de base vos tenés que tener y ofrecer para ser creíble, no todo lo resuelve la imagen. Estamos cerca de que ocurra lo que pasa en un capitulo de Black Mirrow llamado el momento Waldo, donde la gente vota a un dibujo animado, pero falta.

No escuchamos, no podemos concentrarnos en lo que otro tenga para decir. Cada vez se escucha menos y se ve más. Los que no comprenden eso están fritos. Tienen una corbata del lado de adentro… (se ríe)

Instagram y su incorporación de historias de hasta quince segundos da la pauta de esto. Nos parecen larguísimos los audios que se envían por Whatsapp que duran más de 30 segundos.

 

-¿Qué opinión te merece el uso de las redes sociales?

-Es imposible una real comunicación en los términos que nos proponen las redes. Para el mundo de la publicidad y de la propaganda política es un mundo bien directo y claramente es efectivo. Descreo que nos estemos comunicando, a lo sumo estamos expresándonos, que no es lo mismo.

Las únicas redes sociales que siguen funcionando son los clubes, las escuelas, las organizaciones sociales, esas son verdaderas redes. La virtualidad no fomenta esos lazos solidarios, todo lo contrario. Y lo que es peor y quedó en evidencia con el escándalo de Facebook es que nos manipulan de una manera asquerosa con los mismos datos que les confiamos. Otra cuestión llamativa es que probablemente estés consumiendo información falsa y también es altamente probable que esa supuesta conversación global y virtual la estás teniendo contra ejércitos de trolls o bien estés dialogando con los famosos bots que son los que día a día comienzan a interactuar con el usuario. 

 

Facebook, ¿el enemigo número 1?

-Cuando te enterás que los likes se compran es como que todo va mostrando su verdadero rostro e intencionalidad. Es la corrupción en la virtualidad para generar mayor consumo. Es tan evidente que parece mentira, como decía el Che que haya que explicar lo evidente. Y tratar al mismo tiempo de no caer en las garras del enemigo tan dócilmente.

Porque Facebook, como sabemos, es enemigo de las libertades civiles, de los derechos de la gente. Eso no hay que perderlo de vista. Y eso que denunciaban muy pocos, la UTPBA y la FELAP lo vienen vaticinando, desde el Primer Congreso Mundial de la Comunicación de 1998, antes incluso que irrumpan las redes sociales, con análisis muy relevantes.

Ahora que los estados ya saben que Facebook es enemigo de esas libertades, se encuentran con que no saben cómo hacer para ponerle un freno.

Hay una frase que se le dice a los niños: “No crezcas, es una trampa”. Yo diría lo mismo con Facebook, no entres, es una trampa. Y no tiene salida. Una vez que entrás a Facebook no te suelta. Es terrible.

 

-“La Revolución no será televisada” era el nombre de un documental. ¿Acaso será posteada en una red social?

-Es que todo cambió. Antes un documental generaba conciencia, te acercaba a una idea, ahora no podés concentrarte porque ese espectador mayoritariamente no existe más. El problema es la ilusión de libertad y de influencia que generan el uso de las redes, un problema que vino para quedarse, porque todos tenemos algo para contar y creemos importante decirlo. Eso en un plano es positivo, el problema es cuando caemos en la ilusión de la influencia. Las comunidades en Internet cada vez se vuelven más cerradas. Los zapateros les hablan a los zapateros. La historia de cotillón dice que se pensó la web como un flujo e intercambio de información y la tendencia muestra que está sucediendo todo lo contrario. Comparto con mis amigos un grupo de Whatsapp, y nadie se lo toma en serio. 

 

-¿Estos tiempos de pantallas omnipresentes son tiempos aptos para soñadores?

Son tiempos para no perder la creatividad y generar desde el campo audiovisual espacios de calidad para visibilizar, difundir y contribuir a la reflexión y a una cultura solidaria. Por supuesto que sí, hay mucho por hacer pero sabiendo dónde es que estamos parados.

Las pantallas lo dominan todo, estamos dentro de la matrix, el problema para muchos es que nos cuesta aceptarlo. Aceptar la realidad no es resignarse, no es sumarse alegremente a esta sociedad de consumo.

Tiene que haber movimientos anti – corporaciones a escala global, que hagan una tarea pedagógica en cuanto a las barbaridades que están haciendo con nuestros datos; una campaña sostenida en el tiempo, denunciando al Poder virtual – real y concientizando sobre lo nocivo que resulta el uso de ciertos aparatos y redes. Si dichos movimientos no comienzan a gestarse, los que creemos en otras lógicas que no son las de mercado, llegaremos muy tarde al futuro. Al futuro que está acá a la vuelta de la esquina, a ese futuro llegaremos tarde una vez más.

 

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